La historia del calzado es mucho más importante de lo que pueda parecer. Es difícil imaginar, cómo sería nuestra vida sin esta prenda que nos protege los pies. En Gino Bigioni, te explicamos la historia del zapato, la fabricación de calzado ha recorrido un largo camino en el transcurso de miles de años cuál es su origen y cómo ha evolucionado. A continuación les presentamos un breve resumen de cómo ha sido esta evolución.
La documentación más antigua conocida alusiva al calzado tiene más de 15.000 años. Se trata de unas pinturas rupestres halladas en una primitiva cueva. De forma esquemática aparecen hombres con una especie de botines y una mujer que calza algo parecido a unas botas de piel. Por tanto se puede afirmar que quién inventó el calzado fue el hombre prehistórico. Y respecto a cuándo se inventó el zapato es imposible saber con exactitud.
Podríamos afirmar que el origen del calzado comenzó con la sandalia. En el Antiguo Egipto se confeccionaban con paja trenzada o láminas de hoja de palmera. Era de uso masculino del que estaban excluidas mujeres y esclavos. Su uso era ceremonial ya que la tendencia a ir descalzo perduró durante muchos siglos en la Historia. En esos casos el faraón o cualquier alto dignatario caminaba seguido por un servidor que llevaba las zapatillas de su señor en una bandeja.
Hay que decir que la moda es siempre una contradicción de lo útil, una especie de impulso artístico que suele desvirtuar la tendencia lógica hacia lo práctico y se pierde en perifollos y adornos. Respecto a como ha sido la evolución de los zapatos, ya en la Antigua Grecia, Homero describe a los héroes calzando lujosas sandalias. Un poco más adelante, el historiador y geógrafo griego Pausanias asegura que solo los dioses deben calzar sandalias doradas. Mientras tanto en la antigua Persia se imponía el calzado flexible: las persikai, calzado cómodo para mujeres y ancianos. Se conocía el borceguí o zapato de caza o calzado de viaje, así como las botas lazadas llamadas endromides. Algunos diseños de calzados pueden ser considerados casi un elemento de tortura. Al pensador chino Confucio, se le ocurrió decir hace 25 siglos que la mujer debe imitar al andar “el ondear flexible del sauce”.
Con este fin, en la Antigua China, se les impuso a la mujer la reducción del tamaño del pie hasta un tercio de su desarrollo natural para conseguir lo que ellos llaman “la flor de loto”, ideal de sensualidad y elegancia. Toda una barbaridad. Los ciudadanos del imperio romano llevaban sandalias en casa: las solae, o simples suelas de cuero unidas al pie mediante correas y sujetas con lazos y cintajos. El calzado solía combinar con el atuendo, por ejemplo, con la toga se usaba el calceus o especie de borceguí, de empeine recortado en varias tiras de cuero que se anudaban sobre el tobillo, que suele encontrarse en la mayoría de las estatuas.
En la Roma clásica el zapato rojo en la mujer era propio de las cortesanas. Hasta que el emperador Aureliano decidió llevarlos él…, decisión que afectaría luego al Sumo Pontífice, de ahí que los Papas calzaran babuchas coloradas. Entre los siglos VII al X el calzado occidental se transformó. Son célebres por su elegancia los zapatos de Carlomagno. La Edad Media impuso nuevos derroteros. Triunfa el zapato en punta curva, moda sorprendente por lo poco práctico que resultaba, sobre todo cuando empezó a exagerarse.
Otro ciclo revolucionario en la historia del calzado se inicia en 1600 con la resurrección del tacón. No fue asunto exclusivo del hombre. En el Museo Bally de Schoenenwerd (Suiza) hay chapines del XVI, con plataforma inclinada de corcho de diecisiete centímetros de altura. Los tacones crecieron centímetro a centímetro a lo largo de los siglos para llegar al paroxismo en el XVI: fueron los hombres los primeros en usarlos.
El Barroco, de marcada preferencia por las curvas, puso de moda los zapatos de tacón alto en un intento estético de realzar el busto en las damas, señalar rotundamente los escotes y establecer el equilibrio de la silueta, aunque para ello, como escribiría en sus Memorias el conde de Vauban, tuvieran que caminar echando el cuerpo hacia atrás para no caerse de narices al suelo.
La Revolución Francesa prohibió la peluca empolvada y los tacones como símbolo de una época deplorable e impuso el zapato plano para todos. Pero el tacón no tardó en resurgir de sus cenizas con Luis Felipe II, el Rey Ciudadano. El tacón alto empezó entonces a ser patrimonio exclusivo de las mujeres hasta nuestros días.
La documentación más antigua conocida alusiva al calzado tiene más de 15.000 años. Se trata de unas pinturas rupestres halladas en una primitiva cueva. De forma esquemática aparecen hombres con una especie de botines y una mujer que calza algo parecido a unas botas de piel. Por tanto se puede afirmar que quién inventó el calzado fue el hombre prehistórico. Y respecto a cuándo se inventó el zapato es imposible saber con exactitud.
Podríamos afirmar que el origen del calzado comenzó con la sandalia. En el Antiguo Egipto se confeccionaban con paja trenzada o láminas de hoja de palmera. Era de uso masculino del que estaban excluidas mujeres y esclavos. Su uso era ceremonial ya que la tendencia a ir descalzo perduró durante muchos siglos en la Historia. En esos casos el faraón o cualquier alto dignatario caminaba seguido por un servidor que llevaba las zapatillas de su señor en una bandeja.
Hay que decir que la moda es siempre una contradicción de lo útil, una especie de impulso artístico que suele desvirtuar la tendencia lógica hacia lo práctico y se pierde en perifollos y adornos. Respecto a como ha sido la evolución de los zapatos, ya en la Antigua Grecia, Homero describe a los héroes calzando lujosas sandalias. Un poco más adelante, el historiador y geógrafo griego Pausanias asegura que solo los dioses deben calzar sandalias doradas. Mientras tanto en la antigua Persia se imponía el calzado flexible: las persikai, calzado cómodo para mujeres y ancianos. Se conocía el borceguí o zapato de caza o calzado de viaje, así como las botas lazadas llamadas endromides. Algunos diseños de calzados pueden ser considerados casi un elemento de tortura. Al pensador chino Confucio, se le ocurrió decir hace 25 siglos que la mujer debe imitar al andar “el ondear flexible del sauce”.
Con este fin, en la Antigua China, se les impuso a la mujer la reducción del tamaño del pie hasta un tercio de su desarrollo natural para conseguir lo que ellos llaman “la flor de loto”, ideal de sensualidad y elegancia. Toda una barbaridad. Los ciudadanos del imperio romano llevaban sandalias en casa: las solae, o simples suelas de cuero unidas al pie mediante correas y sujetas con lazos y cintajos. El calzado solía combinar con el atuendo, por ejemplo, con la toga se usaba el calceus o especie de borceguí, de empeine recortado en varias tiras de cuero que se anudaban sobre el tobillo, que suele encontrarse en la mayoría de las estatuas.
En la Roma clásica el zapato rojo en la mujer era propio de las cortesanas. Hasta que el emperador Aureliano decidió llevarlos él…, decisión que afectaría luego al Sumo Pontífice, de ahí que los Papas calzaran babuchas coloradas. Entre los siglos VII al X el calzado occidental se transformó. Son célebres por su elegancia los zapatos de Carlomagno. La Edad Media impuso nuevos derroteros. Triunfa el zapato en punta curva, moda sorprendente por lo poco práctico que resultaba, sobre todo cuando empezó a exagerarse.
Otro ciclo revolucionario en la historia del calzado se inicia en 1600 con la resurrección del tacón. No fue asunto exclusivo del hombre. En el Museo Bally de Schoenenwerd (Suiza) hay chapines del XVI, con plataforma inclinada de corcho de diecisiete centímetros de altura. Los tacones crecieron centímetro a centímetro a lo largo de los siglos para llegar al paroxismo en el XVI: fueron los hombres los primeros en usarlos.
El Barroco, de marcada preferencia por las curvas, puso de moda los zapatos de tacón alto en un intento estético de realzar el busto en las damas, señalar rotundamente los escotes y establecer el equilibrio de la silueta, aunque para ello, como escribiría en sus Memorias el conde de Vauban, tuvieran que caminar echando el cuerpo hacia atrás para no caerse de narices al suelo.
La Revolución Francesa prohibió la peluca empolvada y los tacones como símbolo de una época deplorable e impuso el zapato plano para todos. Pero el tacón no tardó en resurgir de sus cenizas con Luis Felipe II, el Rey Ciudadano. El tacón alto empezó entonces a ser patrimonio exclusivo de las mujeres hasta nuestros días.
En conclusión, la historia del calzado es un relato fascinante que abarca miles de años y refleja la evolución de la humanidad misma. Desde los primeros indicios de protección y comodidad para los pies en las civilizaciones antiguas, hasta el desarrollo de la industria moderna del calzado, hemos presenciado una constante búsqueda de la funcionalidad, la moda y la expresión individual a través de los zapatos. Y en Gino Bigioni mantenemos esa tradición siga perdurando por muchos años más junto a ti.